¿Conduciría
Jesucristo un Cadillac?
La
fascinación del engaño A primera vista resulta difícil entender el éxito de los
predicadores de la prosperidad. Aquí presentamos cinco razones.
AUTOR José Hutter
AUTOR José Hutter
Si
analizamos fríamente el tremendo éxito de los grandes promotores de la teología
de la prosperidad nos quedamos un poco desconcertados. ¿Cómo es posible que
engañen a tanta gente con tanta facilidad? El fenómeno de los predicadores del
éxito y de la prosperidad financiera resulta ser un tanto enigmático. Por lo
menos a primera vista.
Pero en la medida que nos adentramos en el asunto para analizar las razones del éxito de su mensaje, las razones quedan más patentes. Y además nos damos cuenta de otra cosa: el fenómeno ya ha dejado de ser algo típicamente norteamericano o europeo. Vemos el mismo patrón -con ciertos tintes locales- en Latinoamérica, África -sobre todo Nigeria- y en Asia (China y Corea del Sur, por ejemplo). Solo los dos predicadores más famosos de Nigeria y Malawi respectivamente, David Oyedepo y Shepard Bushiri, tienen un patrimonio que se estima en 300 millones de dólares y esto en un continente donde muchos de sus seguidores viven con menos de un dólar al día. Es tan extendido el fenómeno que la revista evangélica más importante del mundo, Christianity Today1, le dedica su portada y unos cuántos artículos en su edición del 8 de julio de este año. Y otra cifra: en este negocio de los que prometen el oro y el moro, solo este tipo de telepredicadores norteamericanos, los que hacen de la fe ciega y de la incultura de sus adeptos su agosto, ingresan unos tres mil millones de dólares anuales.
Pero
antes de ir a la Biblia para ver qué tipo de parámetros encontramos allí para
orientarnos, quiero plantear la pregunta: ¿Cómo es posible que engañen a tanta
gente con falsas promesas, en muchos casos gente con escasos ingresos?
Razones
puede haber muchas, pero voy a nombrar las que me parecen más llamativas:
1. El ser humano lleva muy dentro de sí el deseo de tener éxito, ser sano y gozar de independencia económica. Ninguna de estas aspiraciones es inmoral o va en contra de la ética cristiana. El problema surge cuando cada uno de estos aspectos empieza a ocupar un lugar y una importancia que no le corresponde. Por lo tanto, el problema no tiene que ver con la salud o el dinero, sino con la actitud en cuanto a estas cosas. En el momento en el que ponemos nuestra confianza en otra cosa que no sea el Señor Jesucristo, nos convertimos en idólatras. Lo que llamamos “teología de la prosperidad” convierte estas aspiraciones legítimas en metas de por sí y las independiza del conjunto de lo que podríamos llamar “vida cristiana”. El corazón humano que no descansa en Cristo se ve empujado por estos deseos en una dirección equivocada. Esta razón es independiente de la cultura en la cual vivimos porque es algo común de todos los seres humanos.
1. El ser humano lleva muy dentro de sí el deseo de tener éxito, ser sano y gozar de independencia económica. Ninguna de estas aspiraciones es inmoral o va en contra de la ética cristiana. El problema surge cuando cada uno de estos aspectos empieza a ocupar un lugar y una importancia que no le corresponde. Por lo tanto, el problema no tiene que ver con la salud o el dinero, sino con la actitud en cuanto a estas cosas. En el momento en el que ponemos nuestra confianza en otra cosa que no sea el Señor Jesucristo, nos convertimos en idólatras. Lo que llamamos “teología de la prosperidad” convierte estas aspiraciones legítimas en metas de por sí y las independiza del conjunto de lo que podríamos llamar “vida cristiana”. El corazón humano que no descansa en Cristo se ve empujado por estos deseos en una dirección equivocada. Esta razón es independiente de la cultura en la cual vivimos porque es algo común de todos los seres humanos.
2.
Este tipo de teología tiene su origen en los países más desarrollados porque va
en línea con la filosofía del tiempo: todo el mundo quiere disponer de un
piso o una casa, a ser posible tener dos coches en el garaje, disfrutar de
cuatro semanas de vacaciones pagadas, poder permitirse algún que otro viaje de
capricho y que no falte una buena comida. Es sobradamente conocido que vivimos
muy por encima de nuestras posibilidades y por lo tanto no sorprende con qué
facilidad se “espiritualiza” algo que en el fondo no es otra cosa que egoísmo y
egocentrismo. Vivimos en una sociedad donde el consumo y no el ahorro o el sacrifico
está de moda. Es más: gastar y vivir por encima de lo que nos podemos permitir
se ha convertido en razón de estado. La gente que triunfa en la vida es joven,
sana, rica y guapa. Como el evangelio tiene que triunfar, mejor que sus
representantes caigan en esa categoría. Al fin y al cabo: ¿quién va a escuchar
a un perdedor feo, humanamente hablando? Sin embargo, frases como “Te mereces
lo mejor, porque eres un hijo del Rey”, “Jesús te hace feliz”, “Dios quiere que
estés sano” hace tiempo ya han dejado de ser dominio exclusivo de iglesias
norteamericanas. De la misma manera que la industria cinematográfica de
Hollywood ha influenciado decisivamente el mundo secular, estas estrellas-pop
cristianos se han apoderado de un segmento importante del mundo evangélico. De
la misma manera que el estado de bienestar nos habla de nuestros derechos a una
vida feliz y exenta de peligros y contratiempos, el evangelio de bienestar
proyecta esta idea al ámbito religioso. Triunfar en la vida espiritual al final
se convierte en reclamo para un evangelio materialista. Este tipo de enseñanza
nos explica que no hace falta seguir los pasos de la sencillez, del ahorro y de
sacrificio, sino del disfrute de todo lo que Dios nos da en abundancia para que
lo disfrutemos sin remordimientos. Y cuantos más caballos tenga el coche, más
se glorifica Dios en nuestras vidas según el lema “por sus Lamborghinis los
conoceréis”, porque así todo el mundo puede ver hasta qué punto nos está
recompensando el Altísimo por nuestra fidelidad en llenarles el bolsillo a los
mercaderes de su dios del éxito.
3.
Muchas personas en las iglesias evangélicas están más influenciadas por los
valores de su propia cultura que por la Biblia. Lo vemos en este contexto
en un fenómeno muy llamativo: se suele evaluar conceptos como felicidad, éxito
y bendición, no según los parámetros bíblicos (lo veremos en otra entrega de
esta serie), sino por las pautas que marca la cultura secular y popular que nos
rodea. El éxito se mide muchas veces en relación con el estatus social y la
importancia de una persona por factores más espirituales.
4. De
la misma manera como se sigue a ídolos que mueven masas en el mundo de la
música y del deporte, hay muchas personas que buscan sus ídolos en el mundo
espiritual. No solamente es cuestión de que Dios le bendiga a uno y eso
con toda la abundancia material posible, sino además es deseable pertenecer a
una iglesia que parece un auténtico templo (véase el edificio de Edir Macedo en
Brasil)2. A mucha gente les impresiona que Benny Hinn y compañía viajen por el
mundo en sus aviones privados con todos los lujos, de la misma manera que las
revistas y programas de glamour tienen su público millonario asegurado porque
nos fascina la vida de los ricos y guapos. Es una extraña contradicción que por
un lado rechazamos que los políticos corruptos despilfarren nuestro dinero,
pero por otro lado lo metemos en los bolsillos de los Ronaldos, Neymars y
Messis comprando sus camisetas y pagando la cuota del canal que retransmite sus
partidos . Lo mismo ocurre en el ámbito espiritual: rechazamos la ostentación
de poder y riqueza en las iglesias establecidas y al mismo tiempo financiamos
voluntariamente los caprichos de las estrellas pop evangélicos. ¿Conduciría
Jesús un Cadillac? Por supuesto que no. Preferiría un Lamborghini. ¿Viajaría en
business? Claro que no. Tendría su propio avión.
4. De
la misma manera como se sigue a ídolos que mueven masas en el mundo de la
música y del deporte, hay muchas personas que buscan sus ídolos en el mundo
espiritual. No solamente es cuestión de que Dios le bendiga a uno y eso
con toda la abundancia material posible, sino además es deseable pertenecer a
una iglesia que parece un auténtico templo (véase el edificio de Edir Macedo en
Brasil)2. A mucha gente les impresiona que Benny Hinn y compañía viajen por el
mundo en sus aviones privados con todos los lujos, de la misma manera que las
revistas y programas de glamour tienen su público millonario asegurado porque
nos fascina la vida de los ricos y guapos. Es una extraña contradicción que por
un lado rechazamos que los políticos corruptos despilfarren nuestro dinero,
pero por otro lado lo metemos en los bolsillos de los Ronaldos, Neymars y
Messis comprando sus camisetas y pagando la cuota del canal que retransmite sus
partidos . Lo mismo ocurre en el ámbito espiritual: rechazamos la ostentación
de poder y riqueza en las iglesias establecidas y al mismo tiempo financiamos
voluntariamente los caprichos de las estrellas pop evangélicos. ¿Conduciría
Jesús un Cadillac? Por supuesto que no. Preferiría un Lamborghini. ¿Viajaría en
business? Claro que no. Tendría su propio avión.
Que
los Macedos, Hinns y Copelands conviertan la fe cristiana en una parodia para
la opinión pública no le sorprende a nadie a estas alturas. Matt Groening y Los
Simpson no han tenido que exagerar demasiado.
Fuente Protestante Digital
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